Las hojas del té  
  CUANDO la mata oprima el corazón de ajenjo
y el hombre reconozca
la fuente anciana que agua limpia lleva,
tal vez no sea nuestra la región
que amamos,
pero vendrá la paloma y luego la noche,
camarote de la gracia
que la adormidera arrulla en continente
sobre su delta abierto.

Llamará el ruido al tigre de la vida
y golpeará sus címbalos
el tambor de la nostalgia. Caerá
sobre este tiempo el peso de la ley,
la camelia de la muerte ornará su solapa
con el perfume doméstico
de la vieja familia:
en su barandal escribieron mi destino
y he jugado a negarlo como San Pedro.

Besará el día mis labios de príncipe
que duerme,
las orillas del Támesis crecerán al mar
y los frutos del gozo
han de lucir su vaina en las ramas
que el viento ha adormecido
junto al camino fértil de Emaús.

[J.J. Téllez]

 

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