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[Jorge Guillén]

 

Cara a cara
Animales I

 

 

 
Cara a cara

Lo demás es lo otro: viento triste,
Mientras las hojas huyen en bandadas.

Federico García Lorca

I

Verde oscuro amarillento,
Deslumbra un tigre. Fosfórico,
El círculo de agresión
General cierra su coso.

        Aun los cielos se barajan
        -Múltiples, bárbaros, 1óbregos-
        Para formar una sola
        Sombra de dominio a plomo.

Nublado. Las nubes sitian
A las torres y cimborrios
De la ciudad, de improviso
Campestre. Se aguza un chopo
Bajo un retumbo que lejos
Se extingue, derrumbe sordo.
En el aire cruelmente
Blando se ahúman los troncos,
y un crepúsculo a deshora
Derrama en el día golfos
De una oscuridad que pide
Luz urgente de socorro.

        Se encienden lámparas íntimas
        Que recogen en sus conos
        De resplandor esos ámbitos
        Amigos de los coloquios.

Hay una desolación
A contraluz, algo anónimo
Que zumba hostil, un difuso
Conflicto de tarde y lodo
Con su tedio, que no deja
De escarbar. Y de sus hoyos
Emergen desparramándose,
Asfixiando los enojos
Escondidos, la más fosca
Pululación del bochorno,
El hervidero enemigo
De cuantos dioses invoco.

        En relámpagos se rasgan
        Los cielos hasta esos fondos
        Tan vacíos que iluminan
        Los cárdenos dolorosos.

El agresor general
Va rodeándolo todo.
-Pues... aquí estoy. Yo no cedo.
Nada cederé al demonio.

II

¡Oh doliente muchedumbre
De errores con sus agobios
Innúmeros! Ved. Se asoman,
Míos también, a mi rostro.

Equivalencia final 
De los unos y los otros: 
Esos cómplices enlaces 
De las víctimas y el ogro,

Mientras con su pesadumbre
De masa pesan los lomos
Reunidos del país
Polvoriento, populoso. 

Las farsas, las violencias,
Las políticas, los morros 
Húmedos del animal 
Cínicamente velloso, 

Y la confabulación
Que envuelve en el mismo rojo
De una iracundia común
Al paladín con el monstruo.

Esa congoja del alba
Que blanquea el calabozo,
Extenuación de la cal
Sobre los muros monótonos,

A la vista siempre el aire
Tan ancho tras los cerrojos,
y en la boca -siempre seca-
Tan amargo el soliloquio.

Ese instante de fatiga 
Que sueña con el reposo
Que ha de mantener yacentes,
Más allá de bulla y corro,

A los cansados, sin fin 
Vacación en los remotos
Jardines favorecidos 
Por aquel interno otoño...

¡Imperen mal y dolor!
En mi semblante un sonrojo
De inaptitud se colore.
No cedo, no me abandono.

III

Si las furias de un amor,
Si un paraíso de apóstol
¡Ay! me conducen -en nombre
De algún dios- hasta algún foso,

Si el combate, si el disturbio
Me desmenuzan en trozos
El planeta y se me clavan
Los añicos entre escombros,

Desde el centro del escándalo
Yo sufriré con los rotos.
y cuando llegue la noche,
Astros habrá tan notorios

Que no fallará a mis plantas
El suelo. Yo me compongo
Para mi soberanía
La paz de un islote propio.

¿Quién podría arrebatarme
Tal libertad? No hay estorbo
Que al fin me anule este goce
Del más salvado tesoro.

IV

Si, cuando me duele el mundo,
En el corazón un pozo
Se me hundiera hacia el abismo
De esa Nada que yo ignoro,

Si los años me tornasen
Crepúsculo de rastrojo,
Si al huir las alegrías 
Revolvieran su decoro, 

Si los grises de los cerros
Me enfriasen los insomnios
Con sus cenizas de lunas
En horizontes de polvo, 

¿Se sentiría vencido,
Apagado aquel rescoldo
De mi afán por las esencias
y su resplandor en torno?

Heme ante la realidad
Cara a cara. No me escondo,
Sigo en mis trece. Ni cedo
Ni cederé, siempre atónito.

V

Lo sé. Horas volverán
Con su cabeza de toro
Negro asomándose, brusco,
Al camino sin recodo.

Vendrán hasta mi descanso,
Entre tantos repertorios
De melodías, las ondas
En tropeles inarmónicos.

¡Que se quiebre en disonancias
El azar! Creo en un coro
Más sutil, en esa música
Tácita bajo el embrollo.

El acorde -tan mordido
Intermitente, recóndito-
Sobrevive y suena más.
Yo también a él respondo.

En su entereza constante !
Palpo el concierto que sólido 
Permanece frente a mí 
Con el arco sin adorno.

¿Perdura el desbarajuste?
Algo se calla más hondo.
¿Siempre chirría la Historia?
De los silencios dispongo.

¿Y el inmediato prodigio
Que se me ofrece en su colmo
De evidencia? Yo me dejo
Seducir. Ten ya mi elogio.

Entre tantos accidentes
Las esencias reconozco,
Profundas hasta su fábula.
Nada más real que el oro.

Así sueño frente a un sol
Que nunca me hallará absorto
Por dentro de algún celaje
Con reservas de biombos.

¿Marfil? Cristal. A ningún
Rico refugio me acojo.
Mi defensa es el cristal
De una ventana que adoro.

VI

¿Mientras, el mal? Fatalmente
Desordenando los modos
Guarde en su puño la cólera,
Contraiga el visaje torvo,
Palpite con los reflejos
Cárdenos de los horóscopos,
Lleve la dicha hasta el ímpetu
Con que yo también acoso...
Necesito que una angustia
Posible cerque mis gozos
y los mantenga en el día 
Realísimo que yo afronto.
Rompa así la realidad
En mis rompientes y escollos,
Circúndeme un oleaje
De veras contradictorio,
y en el centro me sitúe
De la verdad.
                     ¿Alboroto?
Él me procura mi bien. 
Difícil, sí, lo ambiciono, 
¡Gracias!
               Continua tensión 
Va acercándome a un emporio 
De formas que ya diviso.
Con ellas avanzo, próspero.
¿Lo demás? No importe.
                                      Siga
Mi libertad al arroyo
Revuelto y dure mi pacto,
A través de los más broncos
Accidentes, con la esencia:
Virtud radiante, negocio
Deafirmaci6n, realidad.
Inmortal y su alborozo.
Para el hombre es la hermosura.
Con la luz me perfecciono.
Yo soy merced a la hermosa
Revelaci6n: este Globo.
Se redondea una gana
Sin ocasos y me arrojo
Con mi avidez hacia el orbe.
¡Lo mucho para lo poco!
Es el orbe quien convoca.
¡Tanta invitación le oigo!
El alma quiere acallar
Su potencia de sollozo.
No soy nadie, no soy nada,
Pero soy -con unos hombros
Que resisten y sostienen
Mientras se agrandan los ojos
Admirando c6mo el mundo
Se tiende fresco al asombro.

[Cántico, Seix Barral, Barcelona 1984]

Animales I

Son tortugas enormes.
En un campo se tienden,
Sus huevos se depositan. ¡Sol de Java!

Sol que conduce perros ferocísimos.
Vienen aullando juntos, vuelcan -ágiles-
A las tortugas. ¡Muchas! Despojadas
De sus caparazones,
Los perros las devoran.

De pronto irrumpe un tigre. Perros míseros.
¡Voluntad de vivir, vivir, vivir!


[Homenaje, Visor, Madrid, 2003]

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