El tigre

                                 A M.

 

                                               Tyger, Tyger, burning bright

                                               In the forests of the night...

 

—¿Te acuerdas, Richter?, dijo

mientras tenía la rosa por el talle.

Después las campanadas del reloj lo turbaron

y se quedó en la noche

fotográficamente eternizado

mientras el viejo tigre acechaba en el quicio de la puerta.

Los que cruzan la calle a través de la niebla,
los que cuentan las horas en las plazas desiertas,
los que van al concierto,
los que dicen el nombre de la Virgen María,
los que se quedan quietos
viendo viajar la sombra a lo largo del muro,
los que evocan a Richter,
saben que el río es más lento y más ficticio
que la quietud del tigre contra el quicio.


Él estaba sentado en el borde inseguro
recordando una a una
las fases de la luna
hasta que el viejo tigre le dio la dentellada
-oyó crujir las ramas de la selva-;
y se cayó de bruces en la noche estrellada.

 

                                                            [Salvador Elizondo, (1932-2006)]

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