La cajonera  
 


"En ese tiempo éramos felices
cumplíamos años y todavía nadie había muerto"

Fernando Pessoa

"…lo único que cobra verdadera trascendencia es su muerte,
que sabía manejar a ciencia cierta y que todos esperaban.
Pero nadie creía que podía alcanzarlo,
y menos en la forma en que lo hizo."

Juan Eduardo Bustelo

Séptimo piso

Menos uno, todos duermen.
El calor pegotea los objetos
como si ya no hubiera un resquicio
donde estar a salvo.

3 amb. m/lum. contrafr. 62 m2

La pieza de los chicos alberga
una cucheta, muñecas, un triciclo,
balde-pala-rastrillo, una larga
cajonera azul marino made in casa.
De acrílico negro es la cama de los padres
desde donde se ve sólo un poster
del cielo estrellado.
En el living: biblioteca,
secretaire, Pentax, vacas retratadas
en un sepia morboso, la cuna
y un conejo de peluche.
Los fantasmas no dejan conciliar al insomne:
estampita de lo cotidiano y lo muerto
sobre la mesa de luz.

El hombre camina en el espacio
que dejan las cosas, los hijos, los vecinos.
De la aventura que comenzara
borracho con la niña rica sólo tiene
la resaca, no la fortuna de su herencia:
el ahogo entre medianeras,
cuatro seres inaprehensibles
reclaman un poco de cordura.

(Les bastaran la cajonera azul y la cuna
hecha con mis manos.)

El hombre es ahora un cigarrillo
encendido en la ventana, otro cielo
borroneado por el humo del cuerpo asomado.
Encadena palabras guardadas para sí
como si él mismo fuera
un caracol con su guarida.

Uno, dos, tres… y cuenta
hasta dejar de ver la brasa
del cigarrillo que cae. Puede
fumar muchos más, puede fumar
tres paquetes
los tres
paquetes de Gitanes
que guarda en el secretaire.

Enciende un cigarrillo.

Una habitación
otras cuatro personas
edificio de nueve pisos
ocho departamentos por piso.
Manchas de humedad filtran
la mirada de los vecinos.

(Mañana es primavera y los adolescentes
van a salir a festejar: zánganos
buscando la abeja reina.)

No sólo los objetos pegotea el calor
sino el pelo, los codos apoyados
en el marco de la ventana
el cuerpo de la beba.

(Los infiernos que imaginé en el Colegio Salvador
todos juntos pero más reales: mis palabras
en los hechos encalladas, el padre el hijo y el
espíritu santo, un rosario murmurado por las tías.)

Había aflorado la primera hija del deseo
de tener un cuerpo que pudiera trascenderlo.
Celebrarían su llegada: chispa encendida como un sol
en el redoble de la música y el video íntimo.

Después buscó al primogénito, un tigre que se plantase
ante el páramo aferrando una genealogía.
La cambiara por unas lentejas o algún otro
plato de su gusto, criticara las contradicciones de
la religión para no duplicar al padre.

Resolvió un problema de regla
de tres inversa o completó
la trilogía con la benjamina.

(Siempre creí que dar un paso es
una aventura inmensa. Detrás
de cada movimiento está en suspenso
la caída espectacular de una cornisa…)


Sexto piso

La casa en la que tantas veces pasara los veranos
recuerda: el techo de tejas verdes a dos aguas donde parecía posible
estar más cerca del cielo; los pájaros recortados en el aire áspero
como un nadador que abandonado al movimiento
siente la caricia del agua al rozar su cuerpo;
en el quincho del fondo había comido su primer asado.

Intenta trepar a una mole
pero resbala.

Sobre el plano de las fotos cuenta historias que alguna vez
escuchó a "los grandes". No evocan nada conocido anteriormente.
Jugó carreras desde la casa hasta la playa, escapó
a interminables siestas controladas por el oído
errático del abuelo, sintió las caricias maternas
bajo la sombra del ombú.

Los recuerdos son imágenes
recortadas al azar.


Quinto piso

Una sonrisa desgajada
se ve por la ventana:
estampa de acróbata

(¿Será el cigarrillo un paraguas
que dirija la caída?
¿amortigüará el aterrizaje?)

El riesgo, lo verdaderamente
peligroso es el tiempo.
Frasquitos de esmalte de colores
comprados para pintar las escenas
sirven de conjuro. Si el hombre
se inmovilizara frente a la ventana,
si el cigarrillo pudiera
no seguir consumiéndose,
si la putrefacción
llegara nunca al cuerpo.

El encantamiento de un destino anulado
reemplaza las ruinas.
Pero acaso no es
más siniestra la invariación
que la muerte?

Estuvieran corriendo:
los niños escapan
dando vueltas por la casa
de una golpiza de cucharones.


Cuarto piso

Una pluma y una piedra
en un tubo cerrado al vacío
tienen la misma aceleración:
9,8 m/s2.

Mediante un experimento
el alumno puede comprobar
que la aceleración de la gravedad es la misma
para todos las cosas.

Fuera de la situación del experimento
los parámetros fijos
se vuelven variables.

¿Qué fuerzas de resistencia
actúan sobre el cuerpo
que cae desde el séptimo piso?

Con el cronómetro en sus manos
el estudiante de física mide los segundos
(o acaso sean horas, años)
que tardan el hombre y el cigarrillo
en llegar al piso.


Tercer piso

En cada una de las ventanas
la niña ahuyenta a los intrusos
arácnidos trepan
por las paredes sigilosos.

Las luces encendidas multiplican el eco
pero ella no escucha
el golpe del hombre en la persiana ni su queja
sólo los ruidos diminutos
de los electrodomésticos.


Segundo piso

El rosario que absolviese las torturas inconfesas o protegiera
los tobillos hinchados por el peregrinaje alrededor del círculo
se desparrama por el lento batir del abanico.

El punto cruz y el santa clara entretejen
muertas imágenes del álbum familiar
con amuletos y conjuros:
los encuentros con las chicas jubiladas,
Ceferino Namuncurá, una cintita
roja cosida en los corpiños, fármacos organizados
en fila y por colores, el elefante de espaldas a la puerta.

Se ocuparan de los hijos
aún si no fueran suyos rezaran
por los futuros huérfanos.
La abnegación es una trampa de la voluntad.


Primer piso

los labios de Melania mi padre
sus cejas pobladas
sombreros apilados entre los que asoma
la espalda encorvada de una tía la mujer
ya no compartirá su cama o adoptará un hombre
que tal vez ya sea el padre de mis hijos
una pitada antes que se extinga
los caballos del Apocalipsis pastando
en un campo de la llanura pampeana el
préstamo del Lloyd's mi hermano
la sucesión inconclusa los intereses
mi mujer las palabras enquistadas le faltan
unos clavos a la cajonera azul para terminarla
una imagen donde estallen los fantasmas


Planta baja

No hubo fumo bravo ni azotacaballo
o palos borrachos y tipas que retuvieran
el cuerpo, sino barrotes de alguna cuna o balcón
donde quedó aferrada una mano.

La tropilla tocó timbres
hasta encontrar la figurita difícil.
Personajes de crónica TV sin cámaras
espiarían la mancha de tiza en las baldosas
el brazalete de David en el séptimo piso.
Hay que juntar leña para el próximo invierno.

En junio los chicos
harían regalos ¿para quién?

El olor de unos duraznos se confunde
con las noticias de último momento.
Sordidez del puestito
de empanadas y choripanes
frente a la chacarita.

La costumbre es anestesia
aplicada en pequeñas dosis.


Falso entrepiso

En la librería y distribuidora
Acme de la calle Venezuela
no se puede encargar un agujero
negro o algún otro truco
que convierta el aire en plumas.

Tampoco haría falta si alguien
hubiera despertado o el cuerpo
fuese un dibujito animado
que del rascacielos cae
si existiera un entrepiso
donde quedara suspendido.


El coyote nunca deja
de correr por el desierto.

                                                                     [Mariana Bustelo]

 

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