De las muertes posibles de William S. Burroughs
Pudo ser el filo de los colmillos
de un tigre en el Amazonas
quien cortara tu vida
en pequeños bocados,
o que iniciaras el viaje
por la garganta de una anaconda.

Pudo ser una sobredosis de cielo
o heroína.

Pudo ser una bala perdida
como vos
en el Nueva York del 44.

Pudiste ser víctima de un asesino en serie,
de esos que planean su crimen
como estrategia de ajedrez
o trama de novela inglesa.

Pudo ser el SIDA y el placer.

Pudo ser el amor.

Pudo ser la noche más liviana
en tu alcoba, en tu cama,
que te durmieras para siempre.
Días de putrefacción después,
te habría encontrado el mayordomo
que venía a limpiar el cuarto
y no sabía que tu cama estaba
tan desarreglada.

Pudo ser la CIA o el FBI
quien organizara un accidente
y luego marcara tu expediente
con el sello: CANCELLED.

Pudo ser tu madre
en una clínica de abortos para señoritas.

Pudo ser la bomba de Hiroshima
quien te desintegrara en moléculas
menos peligrosas,
o que una bala marca vietnamita
hiciera brecha en lo más dulce
de tu cerebro.

Pudiste ser vos.

Pudo ser Dios.

Pero tuvo que ser tu corazón felino.
Ese al que hacías cosquillas
y con agujas le dabas las delicias
intravenosas de la heroína.
Tu corazón, tu "Soft machine",
a mil millas por hora
[velocidad ilegal en este planeta],
frenó,
repentino y sin aviso,
frente a la puerta de Dios.
Para ver a los buenos ciudadanos,
sobrios y heterosexuales,
entrar justos y cómodos
al sistema.

                                                  [Héctor Avellán]

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