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    Dios
      submarino, Dios lacustre, Dios fluvial, 
      uno en el tritón y en la garza 
      y en la dulce corbeta y el áspero crucero, 
      Dios del agua, Señor de la Casa de Cristal, 
      Dios Marinero. 
      Expresión de agua de tus mil expresiones, 
      río tendido de Volturno a Cristo, 
      vuelo del ibis que cruza 
      del mascarón de Argos 
      al mastelero de la Santa María, Dios argonauta, 
      que tiendes a las manos de la Armonía 
      el río de tu música, largo, como una flauta. 
      Dios infuso en el lago blanco de la nube 
      alinderada de azul, 
      Dios de espuma en el crespo del corderillo, 
      Dios tormentoso en la melena del león, 
      Dios zahorí, estancado en la pupila del tigre, 
      Dios del río de estrellas que de Oriente a Occidente 
      cruza de noche el cielo, 
      Dios del agua combatiente 
      en el crinado Niágara y el sospechoso Dardanelo: 
       
      Tiende la diestra, donde nace el Río 
      y la zurda, donde desemboca 
      -en un cristalino arco de Brahma- 
      tiende el ánfora de las manos, 
      Señor del Agua, Viejo Comandante, 
      hacia los manantiales sonoros, 
      hacia el tibio remanso 
      del Orinoco de agua beligerante 
      brotado de tus sienes, sudado de tus poros 
      en el sábado de tu primer descanso!
    
        Δ 
    
    
    
    He aquí que Cyrano 
    de Bergerac traspasa de un 
    salto el Pirineo: Cyrano está en su casa. 
    Rubén Darío 
    La selva 
    colombina lo presintió. (¿Sería 
    la selva el cisne negro y anunciador del día?) 
    La selva colombina lo presintió; la vida 
    rugiente de la selva presintió su venida. 
    El temblor armonioso de una fiebre divina 
    turbó la piel del tigre y el nervio de la encina; 
    los cielos orquestales se animaron; debía 
    venir algo muy grande para la Poesía. 
    Bajó el augur eterno de la 
    cumbre lejana 
    y hundió las manos trémulas en el agua antillana, 
    y en sus manos ungidas de luz, Artemidoro 
    mostró a los pueblos ávidos el gran sueño de oro. 
    Ya lo había anunciado la voz del firmamento 
    y se abrieron las almas para el advenimiento. 
    Llegó: Nieves intáctiles le sirvieron de corte; 
    en el Sur saltó un potro gruñó un oso en el Norte. 
    Cuando extendió sus alas 
    bajo el latino cielo, 
    fue más que nunca viva la sensación del vuelo. 
    Un caos de gritos ágiles y de voces extrañas 
    llenó la selva, el río y el mar y las montañas; 
    un diamante de hielo fulgía en cada monte, 
    y eran como mil soles llenando el horizonte 
    Y fue el grito de América: 
    fue una diana guerrera 
    que azotó las espaldas de la gran cordillera; 
    y habló el volcán sagrado, y un fuego de incensario 
    divinizó su sangre de viejo dromedario. 
    ¡Voló el cóndor: sus alas 
    embriagadas de aurora 
    proyectaron la gloria de una sombra sonora 
    Volaba, y en sus plumas iba un sueño gigante: 
    Belvedere con alas, lomo alado de Atlante! 
    Cruzó los amplios mares y 
    los países muertos 
    y abrevó en el misterio de los lagos desiertos. 
    Leyenda de Pirámides y sangre de leyendas, 
    y esfinge de misterios y sangre de contiendas, 
    y los vuelos heroicos de los cuervos romanos 
    enlutando la curva de los arcos Trajanos, 
    y las tardes caníbales en los circos de Roma, 
    Nerón, la lira orgiástica de Nerón, la paloma 
    del Espíritu Santo, París todas las cosas 
    sintieron en el ánima sus alas poderosas. 
    ¡Llevó, como Enviado del 
    Azul, los saludos 
    sobre la Grecia, yunque de razas y escudos; 
    clavó su garra joven sobre eternos escombros; 
    Tanagra sintió el hierro de su garra en los hombros. 
    Bajo los viejos pórticos, Erecteón dormido 
    sintió las Cariátides aletear; el nido 
    de esforzados Temístocles, de Leonidas estoicos, 
    creyó volver al fuego de los ciclos heroicos; 
    se alzaron de sus tumbas las Victorias aladas; 
    Arcadia abrió la fuente de sus dulces baladas 
    Plegó el cóndor la seda de 
    sus alas indianas 
    entre vasos corintios y columnas paganas, 
    y en el hueco marmóreo de un vaso, sobre el muro, 
    durmió para el Pasado su sueño de Futuro! 
    ¡Y fue: De su garganta de pájaro guerrero 
    brotó un ritmo dulcísimo, música, luz y acero. 
    El Verbo de su sueño se hizo carne; su alada 
    visión ya fue un Quijote de coraza y espada, 
    y fue por los caminos, y en su viaje fecundo 
    por Él la Poesía ya tuvo un trono: El Mundo. 
    Por Él, bajo la arcada feraz de la campiña, 
    profanó Pan la sangre doncella de la viña; 
    por Él, en albas santas, los reyes portadores 
    de las ofrendas bíblicas fueron tres ruiseñores: 
    por Él, sobre las ancas de los toros sagrados 
    cabalgó el ritmo en vértigo de los siete Pecados; 
    las lenguas betlemitas y las lenguas paganas, 
    por Él Cantaron juntas, por Él fueron hermanas; 
    por Él, ante el incendio de lejanos crepúsculos, 
    los cóndores aprestan las garras y los músculos, 
    y por Él la armonía de un aire de bonanza 
    hincha un ala de cisne bajo un sol de Esperanza! 
    En su actitud gascona y en 
    su vieja arrogancia 
    hubo más de Cyrano que de Quijote; Francia 
    era toda Gascuña para Él y espada 
    esgrimida le cuadra más que adarga embrazada. 
    Fue hermano, en el espíritu y el brazo, de Cyrano, 
    en el empuje, fiero, y en el abrazo, hermano; 
    aquella preferencia por el cisne y el guante, 
    más se aviene al poeta que al caballero andante; 
    las alas que llevaron los sueños de Darío 
    a la luna, bien pueden ser alas de rocío; 
    en el palenque homérico y en el combate rudo, 
    contra su espada hidalga no hubo hierro de escudo, 
    y en las encrucijadas de la vil acechanza, 
    contra su escudo helénico no hubo punta de lanza. 
    Bergerac, a la sombra de 
    la cita galana, 
    descifrable el misterio del amor a Roxana, 
    y en sus labios posesos del amor imposible, 
    desfloraba el secreto de un beso indefinible. 
    También en las velas de Rubén, Margarita 
    (Margarita-Roxana) gustó el beso en la cita. 
    Y cuando de Darío los labios se entreabrieron 
    para dar sus latidos a la Nada, sintieron 
    las selvas que un gran beso estalló en la agonía 
    y era que a los dos flancos de su tierra, ese día, 
    poseídos de un claro simbolismo romántico, 
    se alzaban en dos olas Pacífico y Atlántico; 
    subieron y subieron sobre el eterno grito 
    de las olas bañadas de luz y de infinito, 
    formó dos labios trémulos la pureza del agua, 
    y entre ellos, era un beso, de piedra. Nicaragua 
    Y el cóndor de los sueños resucitó: En la altura 
    los dos mares se unieron; con salvaje hermosura 
    se alucinó la aurora tropical, y delante 
    de los ojos del cóndor, un monte de diamante 
    se alzó, y en sus contornos y en su movible flanco 
    tomó las proporciones de un Pirineo blanco. 
    El milagro fue entonces: Como en la vieja historia, 
    el viejo augur le dijo:&laqno;¡Detrás está la gloria!» 
    Y he aquí que Darío de Bergerac traspasa 
    de un salto el Pirineo: Darío está en su casa. 
    
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