El tigre
Oculto tras la luz, todo lo acecha:
la oscuridad, los ruidos, lo invisible.
y escucha la llamada más horrible:
la de matar, y nunca la desecha.

Rayada piel, velocidad de flecha,
fundamenta su fuerza en la flexible
catapulta de patas del terrible
salto mortal que hace si las echa.

Antes acariciaba con las cejas
las cañas de bambú que, con sus tejas,
le protegían contra el sol de cobre.

Tenía todo: uñas y guedejas,
dientes largos, nevadas las orejas
y el gato era su pariente pobre.

Se muere de un salto entre dos quejas:
una infinita sucesión de rejas
y un acre olor a libertad salobre.

 

[Jaime Siles. El Giptodonte en Poesías 1969-1990. Visor, Madrid 1999]

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