Comprar telas

¿Por qué si los hombres pretenden ser libres
quieren que sus reflexiones tengan los hijos
que no se preocupa de concebir el agua?
Hoy salí con deseos de que las cosas caminasen
por su cuenta, de que la declaración
de derrota que embellece los rostros,
no contara. Pensé, es fantástico:
que el panadero me salude con cara
risueña y que su cara construida
largamente por sus recuerdos sea un fulgor
rápido con el que no formo ni una caminata
ni una vida. Su cortesía es únicamente
un aspecto, soplada su mano con la época
desvanecida del cerebro. Y parece bien,
si, rotando, los olores, no dando
de sí sino pulsaciones disparejas, también
están confundiendo. Así él puede ser él,
si lo logra, y yo otros intereses.
Otros micros donde si alguien dormita
atrapará entre dos segundos muertos
el desconsuelo que le faltaba para ser.
Se marchan como lo que se pierde del modo
fluctuante que tengo de reunirme
sobre flores pisadas con mi inmortalidad.
¿Quién lo sabe? Nadie. Ni ella. Y me parece bien.
Seré mi alguien, siempre que no traicione
al humo de migraña esparcido entre los cuartos
y no ceda a la manía de alinear piezas.
El ebrio que tropieza, me alecciona.
Basta para lo que quiero con imitar
sus movimientos, lentos números de clown
asimétricos con lo que sufre.
O poner en un frasco lo que recuerda
y en este instante por segunda vez pierde.
Amor que solo por amnesia vuelve a ser amor.
Exactamente como si hubiera permanecido
en casa, redibujando diseños.
Introduciendo entre dos escenas la saciedad
del perdón, dejando que se queme
luego por generación espontánea,
en una visión de numerosos años.
Ahora lo que tengo, si lo pienso,
es la esperanza de algo que tiene,
si lo pienso de nuevo, la forma de nada.
Y si lo pienso otra vez, solo de pedidos
de ciegos y logos de laboratorios cromados.
Este es mi paseo, este es mi mundo
y ni él me lo puede arrebatar
ni yo me lo puedo apoderar. Es un

mensaje para nosotros, concebido
para una lectura de labios. Y traslada
por las bocacalles humildad, pureza
bloqueada y horror, hasta que reaparece
de golpe una oferta diversa de fibras.
Las toco y rayo una ilusión en el liquen
hasta pasar a otra vereda. Comprendo,
sí, que puedo volver y que lo haré cambiado.
Comprendo mi fortuna de existir,
si bien sea solo en retrospectiva.
Son las telas. Teletransportadas.
Soy muy feliz, me repito, ante su fuego
de haber sido concebidas, he visto
estampados de tigre en las espaldas,
he escuchado sobrenombres cariñosos
al lado del mío; he representado
a un hombre, y él secretos y nubes.

 

[Rafael Espinosa, La regata de las comisuras, kriller71 ediciones, 2014]

 

 

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