Un día
meditaba al lado del río,
no como el Buda, no como Siddharta, pero
desvariaba al lado del río y
escribía cerca a un animal al principio imperceptible.
¿En qué parte del pasado (pensaba) ponerte  madre,
padre, paraíso Idiotto?
¿En qué parte del pasado (dilucidaba) ponerlos a todos:
mi patio de letras, la chambita, el mal amor, la
solidaridad?
Y me quedé mirando al caracol,
(extraño caracol)
se arrastraba entre las piedras,
en medio del río,
y miraba el río,
estaba loco,
la poesía era violenta
¿Qué cosa no lo era?
ah, ya sé, los pondré en un cajoncito, con llave,
donde también encerraré un búfalo y un tigre,
una manada de lobos y un jabalí,
un ave de rapiña y un pobre conejo,
para que sean ellos quienes bullan
durante toda la noche
mientras escriba por fin
tranquilamente     tangencialmente    intocablemente:
Árbol,
árbol, ¿por qué no tuve?
¡ay, papel hecho de árboles!
¿por qué no tuve
ni familia ni tradición
ni conocimiento ni verdad?
Escribía tranquilamente al lado del río, dije,
cuando resbalé al lado furioso del mismísimo río de mi
infancia.  caracolito de marras.  por salvarte.  pedacito
de piernas como un bebé.               

 

[Luz María Sarria, El agua o el camino de las pruebas]

 

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